domingo, 24 de mayo de 2015

DEFINICIÓN DE LA SOBERANÍA DE DIOS


“Tuyos son, oh Jehová, la grandeza, el poder la gloria, el esplendor y la majestad; porque tuyas son todas las
cosas que están en los cielos y la tierra. Tuyo es el reino, oh Jehová, y tu te enalteces como cabeza sobre todo”
(1Crón.29:11).

La Soberanía de Dios es una expresión que en otros tiempos era generalmente entendida. Era una expresión usada
comúnmente en la literatura religiosa. Era un tema frecuentemente expuesto en el púlpito. Era una verdad que
consolaba a muchos corazones, y daba virilidad y estabilidad al carácter cristiano. Mas, actualmente, mencionar la
soberanía de Dios es en muchos sectores hablar en lengua desconocida. Si anunciáramos desde el púlpito típico de hoy
que el tema de nuestro mensaje iba a ser la soberanía de Dios, nuestro anuncio sonaría como algo totalmente
ininteligible, como si hubiésemos sacado la frase de una de las lenguas muertas. Es lamentable que sea así. Es
lamentable que la doctrina que es llave de la historia, intérprete de la providencia, trama y urdimbre de la Escritura, y
fundamento de la teología cristiana, sea tan poco entendida, y tan tristemente descuidada.

¡La soberanía de Dios! ¿Qué queremos decir con esta expresión? Queremos decir la supremacía de Dios, que Dios
es Rey, que Dios es Dios. Decir que Dios es soberano es declarar que es el Altísimo, el que hace todo conforme a su
voluntad en las huestes de los cielos y entre los habitantes de la tierra, de modo que nadie puede detener Su mano ni
decirle: ¿Qué haces? (Dan.4:35). Decir que Dios es soberano es declarar que es el Omnipotente, el Poseedor de toda
potestad en los cielos y en la tierra, de modo que nadie puede hacer fracasar Sus consejos, impedir Sus propósitos, ni
resistir Su voluntad (Sal.115:3). Decir que Dios es soberano es declarar que “se enseñoreará de las naciones”
(Sal.22:28), levantando reinos, derrumbando imperios y determinando el curso de las dinastías según le agrada. Decir
que Dios es soberano es declarar que es el “solo Poderoso”, Rey de reyes, y Señor de señores” (1Tim.6:15). Tal es el
Dios de la Biblia.
¡Cuán diferente es el Dios de la Biblia del Dios de la moderna cristiandad! El concepto de la Deidad que hoy día
predomina más ampliamente, aun entre los que profesan estar atentos a las Escrituras, es una pobre caricatura,
sentimental imitación de la Verdad. El Dios del siglo XX, es un ser impotente, frágil, que no inspira respeto a nadie que
tenga dos dedos de frente. El Dios del sentir popular es creación de un sentimentalismo lloroso. El Dios de muchos
púlpitos de la actualidad es mas digno de compasión que de temor reverente. Decir que Dios padre se ha propuesto la
salvación de toda la humanidad, que Dios Hijo murió con la intención expresa de salvar a toda la raza humana, y que
Dios Espíritu Santo está ahora procurando ganar el mundo para Cristo, cuando, según puede observarse comúnmente,
es obvio que la gran mayoría de nuestros semejantes está muriendo en pecado y está pasando a una eternidad sin
esperanza, equivale a decir que Dios Padre ha sido decepcionado, que Dios Hijo ha quedado insatisfecho, y que Dios
Espíritu Santo está derrotado. Quizá hayamos planteado el asunto crudamente, pero la conclusión es inevitable.
Argumentar que Dios está “haciendo todo lo que puede” para salvar a la humanidad entera, pero que la mayoría de los
hombres no le deja que lo haga, equivale a decir que la voluntad del Creador es impotente, y que la voluntad de la
criatura es omnipotente. Echar la culpa al diablo, como muchos hacen, no resuelve la dificultad, pues si Satanás esta
frustrando el propósito de Dios, es que Satanás es todopoderoso y Dios ya no es el Ser Supremo.

Declarar que el plan original del Creador ha sido frustrado por el pecado, es destronar a Dios. Sugerir que Dios fue
tomado por sorpresa en el Edén y que ahora está tratando de remediar una calamidad imprevista, es degradar al
Altísimo al nivel de un mortal finito y falible. Argumentar diciendo que el hombre es el que determina exclusivamente
su propio destino, y que por tanto tiene poder para oponerse a su hacedor, es despojar a Dios del atributo de la
omnipotencia. Decir que la criatura ha rebasado los límites impuestos por su Creador, y que Dios es ahora
prácticamente un impotente espectador del pecado y el sufrimiento acarreados por la caída de Adán, es rechazar la
declaración expresa de la Sagrada Escritura: “Ciertamente la ira del hombre te traerá reconocimiento, y te ceñirás con
los sobrevivientes de las iras” (Sal.76:10). Resumiendo: negar la soberanía de Dios es entrar en un sendero que, de
seguirse hasta su conclusión lógica, lleva al ateísmo.

La soberanía del Dios de la Escritura es absoluta, irresistible, infinita. Cuando decimos que Dios es soberano,
afirmamos su derecho a gobernar el universo, que ha hecho para su propia gloria, según le agrade. Afirmamos que su
derecho es el derecho del alfarero sobre el barro: El puede moldear ese barro en la forma que quiera, haciendo de la
misma masa un vaso para honra y otro para vergüenza. Afirmamos que El no está sujeto a norma ni ley alguna fuera de
su propia voluntad y naturaleza, que Dios es ley así mismo, y que no tiene obligación alguna de dar cuenta a nadie de
sus asuntos.
La soberanía caracteriza a todo el Ser de Dios. El es soberano en todos sus atributos. Es soberano en el ejercicio de
su Poder. Lo ejerce según quiere, cuando quiere y donde quiere. Este hecho está probado en cada página de la
Escritura. Durante largo tiempo ese poder parece estar dormido, pero de repente surge con potencia irresistible. Faraón
se atrevió a poner impedimentos a que Israel saliese a adorar a Jehová en el desierto, y, ¿qué ocurrió? Dios ejerció su
poder, Su pueblo fue liberado, y sus crueles capataces muertos. Pero poco después los amalecitas se atrevieron a atacar
a estos mismos israelitas en el desierto; y, ¿qué ocurrió entonces? ¿interpuso Dios su poder en esta ocasión y extendió
su mano como lo hizo en el Mar rojo? ¿Fueron estos enemigos de Su pueblo inmediatamente abatidos y destruidos?
No, antes al contrario, Jehová juró que tendría “guerra con Amalec de generación en generación” (Exo.17:16).
Asimismo, cuando Israel entró en la tierra de Canaán, el poder de Dios fue manifestado nuevamente de forma
memorable. La ciudad de Jericó impedía el avance de los suyos; ¿qué sucedió? Israel no uso un solo arco ni dio un solo
golpe: Jehová alzo su mano y los muros cayeron a plomo. ¡Mas este milagro no se repitió jamás! Ninguna otra ciudad
cayó de forma semejante. ¡Todas las demás tuvieron que ser tomadas a espada!.

Declarar que el plan original del Creador ha sido frustrado por el pecado, es destronar a Dios. Sugerir que Dios fue
tomado por sorpresa en el Edén y que ahora está tratando de remediar una calamidad imprevista, es degradar al
Altísimo al nivel de un mortal finito y falible. Argumentar diciendo que el hombre es el que determina exclusivamente
su propio destino, y que por tanto tiene poder para contrarrestar a su Hacedor, es despojar a Dios del atributo de la
omnipotencia. Decir que la criatura ha rebasado los límites impuestos por su Creador, y que Dios es ahora
prácticamente un impotente espectador del pecado y el sufrimiento acarreados por la caída de Adán, es repudiar la
declaración expresa de la Sagrada Escritura: “Ciertamente la ira del hombre te acarreará alabanza : tú reprimirás el
resto de las iras” Salmo 76: 10 ). Resumiendo: negar la soberanía de Dios es entrar en un sendero que, de seguirse hasta
su conclusión lógica, lleva al puro ateísmo.
La soberanía del Dios de le Escritura es absoluta, irresistible, infinita . Cuando decimos que Dios es soberano,
afirmamos su derecho e gobernar el universo, que ha hecho para su propia gloria , según le agrade. Afirmamos que su
derecho es el derecho del Alfarero sobre el barro: EL puede moldear ese barro en la forma que quiera, haciendo de la
misma masa un vaso para honra y otro para vergüenza. Afirmamos que EL no está sujeto a norma ni ley alguna fuera
de su propia voluntad y naturaleza, que Dios es ley a si mismo, y que no tiene obligación alguna de dar cuenta a nadie
de sus asuntos.

La soberanía caracteriza todo el Ser de Dios. EL es soberano en todos sus atributos. Es soberano en el ejercicio de
su poder. Lo ejerce según quiere, cuando quiere y donde quiere. Este hecho está probado en cada página de la Escritura.
Durante largo tiempo ese poder parece estar dormido. pero de repente surge con potencia irresistible. Faraón se atrevió
a poner impedimentos a que Israel saliese a adorar a Jehová en el desierto, y, ¿qué ocurrió? Dios ejerció Su poder, Su
pueblo fue liberado, y sus crueles capataces muertos. pero poco después los amalecitas osaron atacar estos mismos
israelitas en el desierto; y, ¿qué ocurrió entonces? ¿Interpuso Dios su poder en esta ocasión y extendió su mano como
había hecho en el Mar Rojo? ¿Fueron estos enemigos de Su pueblo prontamente abatidos y destruidos? No, antes al
contrario, Jehová juro que tendría “guerra con Amalec de generación en generación” (Exo.17: 16 ). Asimismo, cuando
Israel entro en tierra de Canaán, el poder de Dios fue desplegado nuevamente de manera memorable. La ciudad de
Jericó impedía el avance de los suyos; ¿qué sucedió? Israel no tenía un solo arco ni asestó un solo golpe: Jehová alzó
Su mano y los muros cayeron a plomo. ¡Mas este milagro no se repitió jamás! Ninguna otra ciudad cayo de forma
semejante. ¡Todas las demás tuvieron que ser tomadas a espada!.
Podrían mencionarse otros muchos ejemplos para ilustrar el ejercicio soberano del poder de Dios. Dios interpuso su
poder y David fue librado del gigante Goliat; las bocas de los leones fueron tapadas y Daniel es capó ileso; los tres
jóvenes hebreos fueron echados en el horno de fuego y salieron sin daño ni quemadura. Pero este poder de Dios no siempre se interpuso para liberación de su pueblo, pues leemos: “Otros experimentaron vituperios y azotes; y a mas de
esto prisiones y cárceles; fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a cuchillo; anduvieron de acá para allá
cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustia dos, maltratados” ( Hebreos 11:36,37 ). Pero, ¿por qué? ¿Por
qué estos hombres de fe no fueron librados como los demás? ¿Por qué a aquellos se les permitió seguir viviendo y a
éstos no? ¿Por qué había de interponerse el poder de Dios, y rescatar a unos y no a otros? ¿por qué permitió EL que
Esteban fuese apedreado hasta la muerte, y luego libro a Pedro de la cárcel?.

Dios es soberano en la delegación de su poder a otros. ¿Por qué dio a Matusalén una vitalidad que le permitió
sobrevivir a todos sus contemporáneos? ¿Por qué concedió a Sansón tal fuerza que nadie jamás ha podido igualar?
Porque está escrito: “Al contrario, acuérdate de Jehová tu Dios, El es el que te da poder para hacer riquezas”
(Deut.8:18). Pero es evidente que Dios no derrama este poder por igual sobre todas las criaturas. ¿Por qué no? He aquí
la única y suficiente respuesta a estas preguntas: Porque Dios es soberano y, siéndolo, hace según le agrada.
Dios es soberano en el ejercicio de su misericordia Es necesario que sea así, pues la misericordia está regida por la
voluntad de Aquél que es misericordioso. la misericordia no es un derecho del hombre. La misericordia es el adorable
atributo de Dios por medio del cual muestra compasión y socorro hacia los infelices. Sin embargo bajo el justo
gobierno de Dios nadie es infeliz sin merecerlo. La misericordia se derrama por tanto sobre los desgraciados, siendo la
gracia el resultado del pecado; luego los desgraciados merecen castigo, y no misericordia. Hablar de merecer
misericordia es una contradicción de términos.
El ejercicio soberano de la misericordia de Dios, la compasión demostrada hacia los desventurados, se mostró
cuando Jehová se hizo carne y habitó entre los hombres. Tomemos una ilustración. Durante una de las fiestas de los
judíos, el Señor Jesús subió a Jerusalén llegó al estanque de Betesda donde se encontraban “multitud de enfermos,
ciegos, cojos y paralíticos que estaban esperando el movimiento del agua". Entre esta “multitud” se encontraba allí
“cierto hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años". ¿Qué sucedió? “Cuando Jesús lo vio tendido y
supo que ya había pasado tanto tiempo así, le preguntó” ¿Quieres ser sano? Y este hombre impotente para moverse, le
respondió: “Señor no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras queme muevo yo,
otro desciende antes que yo. Jesús le dijo -Levántate toma tu cama y anda. Y enseguida el hombre fue sanado, tomo su
cama y anduvo.” (Juan 5:1-9). ¿Por qué este hombre fue escogido entre todos los demás? No se nos dice que clamara:
“Señor ten misericordia de mí". No hay ni una sola palabra en este relato que sugiera que este hombre poseía algo que
le diese derecho a recibir favor especial. Se trataba, pues, de un caso del ejercicio soberano de la misericordia divina,
pues a Cristo le era exactamente igual de fácil curar a toda aquella “multitud”, como a este “un hombre". Pero no lo
hizo. Mostró su poder aliviando la desventura de este infortunado en particular; y por alguna razón, solo por El
conocida, se abstuvo de hacer lo mismo por los demás.

Dios es soberano en el ejercicio de su gracia. Es necesario que sea así, pues gracia es el favor mostrado hacia el que
nada merece, más aún, al que merece el infierno. La gracia es lo contrario de la justicia. Esta exige que la ley sea
aplicada imparcialmente. Exige que cada uno reciba lo que legítimamente merece, ni mas ni menos. La justicia no
concede favores ni hace acepción de personas. La justicia, como tal, no muestra compasión ni muestra misericordia.
Sin embargo la gracia divina no se ejerce sobrepasando la justicia, antes bien “la gracia reina por la justicia”
(Rom.5:21); y si la gracia “reina”, es que es gracia soberana.
La gracia ha sido definida como favor inmerecido de Dios2; y si es inmerecido, nadie puede reclamarlo como
derecho inalienable (que no puede ser pasado a otro). Si la gracia no se gana ni se merece, es que nadie tiene derecho a
ella. Si la gracia es un don, es que nadie puede exigirla. Por consiguiente, puesto que la salvación es por gracia, don
gratuito de Dios, El la concede a quien quiere. Ni aun el más grande de los pecadores escapa al alcance de la
misericordia divina. Así pues, la jactancia es excluida y toda la gloria es de Dios.
El soberano ejercicio de la gracia se ilustra en caso todas las páginas de la Escritura. Se permite que los gentiles
anden en sus propios caminos, mientras que Israel se convierte en el pueblo del pacto de Jehová. Ismael, el
primogénito, es desechado relativamente sin bendición, mientras que Isaac, hijo de la vejez de sus padres, es hecho hijo
de la promesa. Se niega la bendición al generoso Esaú, mientras que el gusano Jacob recibe la herencia y es formado en
vaso para honra. Lo mismo ocurre en el Nuevo Testamento. La verdad divina está oculta a los sabios y prudentes, pero es revelada a los niños. Se permite que los fariseos y saduceos vayan por sus propios caminos, mientras los publicanos
y las rameras son atraídos por los lazos del amor.
La gracia divina actuó de manera notable en tiempos del nacimiento del Salvador. La encarnación del Hijo de Dios
fue uno de los mas grandes acontecimientos de la historia del universo, y, sin embargo, el hecho y el momento del
suceso no fueron dados a conocer a toda la humanidad; en cambio, fueron especialmente revelados a los pastores de
Belén y a los magos de oriente. todos estos detalles tenían un sello profético que apuntaba al carácter de esta
dispensación, pues aún hoy Cristo no es dado a conocer a todos. Habría sido cosa fácil para Dios enviar una legión de
ángeles a toda nación a anunciar el nacimiento de su Hijo. Pero no lo hizo. Dios pudo fácilmente haber atraído la
atención de toda la humanidad hacia la “estrella"; pero tampoco lo hizo. ¿Por qué? Porque Dios es soberano y concede
sus favores como le agrada. Obsérvense particularmente las dos clases de personas a quienes se dio a conocer el
nacimiento del Salvador -las clases más inapropiadas-: pastores y gentiles de un país lejano. ¡Ningún ángel se presentó
ante el Sanhedrín a anunciar el advenimiento del Mesías de Israel! ¡Ninguna estrella se apareció a los escribas y
doctores de la ley cuando estos, en su orgullo y propia justicia, escudriñaban las Escrituras! Escudriñaron
diligentemente para descubrir dónde había de nacer, y sin embargo no les fue dado a conocer que El ya había venido.
¡Qué demostración de la soberanía divina! ¡Humildes pastores escogidos para un honor particular, mientras los eruditos
y eminentes son pasados por alto! ¿Y por qué el nacimiento del Salvador fue revelado a estos magos extranjeros, y no a
aquellos en medio de los cuales había nacido? Vean en esto una maravillosa prefiguración del proceder de Dios con
nuestra raza a través de toda la dispensación cristiana; soberano en el ejercicio de su gracia, otorgando sus favores a
quién El quiere; frecuentemente, a los más inapropiados e indignos.
A. W. Pink.

1 comentario:

  1. AMEN QUE EL SEÑOR LOS CONTINUIE BENDICIENDO, ME ENCANTO ESTE MENSAJE Y ESPERO QUE LOS NUEVOS APOSTOLES, PROFETAS Y MAESTRO DE ESTA NUEVA ERA , SE PONGA AL DIA CON LAS SAGRADAS ESCRITURAS Y SE DEJEN DE ESTAR LLEVANDO SUS FALSAS DOCTRINAS, SUS FALSAS UNCION Y DE ESTAR BENDIENDO LOS MILAGROS DE DIOS, CON SUS SIEMBRAS, PACTOS , SEMILLEROS Y SUS JUGOSAS OFRENDAS DE AMOR Y MISIONERAS AMEN AMEN AMEN. QUE EL SEÑOR LOS CONTINUE BENDICIENDO SIGAN ADELANTE.-

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