Quién está dirigiendo los asuntos de esta tierra hoy? ¿Dios, o el diablo? ¿Qué dice la Escritura? Antes de pasar a
considerar la respuesta directa a esta pregunta, conste que las Escrituras predijeron exactamente lo que ahora vemos y
oímos. La profecía de Judas se está cumpliendo. Ampliar ampliamente esta afirmación nos apartaría demasiado del
asunto que nos ocupa, pero lo que tenemos particularmente en mente es lo que nos dice el versículo 8 de dicha epístola:
“De la misma manera, también estos soñadores mancillan la carne, rechazan toda autoridad y maldicen las potestades
superiores". Si, “critican” a la Autoridad Suprema, al “solo Poderoso, Rey de reyes y Señor de Señores". La
irreverencia es el sello característico de nuestra época, y como resultado, el espíritu de desobediencia, que no conoce
freno y que arroja de sí todo lo que impide el libre curso del propio albedrío, está invadiendo la tierra arrollándolo todo
como un gigantesco aguacero. Los miembros de la nueva generación son los transgresores más flagrantes, y en la
decadencia y la desaparición de la autoridad de los padres sobre los hijos tenemos un precursor seguro del
derrumbamiento de la autoridad cívica. Por tanto, en vista de la creciente falta de respeto por las leyes humanas y de la
negativa a “dar honra a quien se debe honra”, no debemos sorprendernos de que el reconocimiento de la majestad, la
autoridad y la soberanía del Omnipotente Legislador quede relegado cada vez más a segundo término, y que las masas
tengan cada vez menos paciencia para con los que insisten en tales cosas.
¿Quién ordena actualmente todo lo que ocurre aquí abajo? ¿Dios, o el diablo? ¿Qué dicen las Escrituras? Si
creemos en sus declaraciones claras y positivas, no hay lugar para la incertidumbre. Afirman una y otra vez que Dios se
sienta en el trono del universo; que la Autoridad está en sus manos; que El lo dirige todo “según el consejo de su
voluntad". Nos lo presentan, no solo como el Hacedor de todo lo creado, sino también como el Gobernante y Rey de las
obras de sus manos. Afirman que Dios es el “Todopoderoso”, que su voluntad es irrevocable, que es soberano absoluto
en todas las esferas de sus vastos dominios. E indudablemente es preciso que así sea. Sólo hay dos alternativas
posibles: que Dios dirija o que sea dirigido; que domine o que sea dominado; que haga su propia voluntad o que sus
criaturas se lo impidan. Si admitimos el hecho de que El es el “Altísimo”, el solo Poderoso y Rey de reyes, revestido de
su perfecta sabiduría y poder ilimitado la conclusión de que ha de ser Dios de hecho, tanto como de nombre, es
ineludible.
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